Siempre te he amado, le dije, nuestras vistas se perdían en el horizonte del atardecer y compartíamos el silencio en la azotea de aquel edificio. «Yo también a ti» respondió. Después de un rato sin palabras, bajamos a su apartamento. Mi amigo de la infancia «su esposo» terminaba la cena y para mí se había hecho tarde, mi famila me esperaba en casa.
Secretos del corazón
Siempre te he amado, le dije, nuestras vistas se perdían en el horizonte del atardecer y compartíamos el silencio en la azotea de aquel edificio. «Yo también a ti» respondió. Después de un rato sin palabras, bajamos a su apartamento. Mi amigo de la infancia «su esposo» terminaba la cena y para mí se había hecho tarde, mi famila me esperaba en casa.